A principios del siglo XVII, el abastecimiento de agua de París era una de las principales preocupaciones del reinado de Enrique IV. Tras construir en 1608 la bomba de Samaritaine para extraer agua del Sena en Pont-Neuf, en 1609 el rey proyecta traer agua de Rungis para abastecer la orilla izquierda, como se había hecho en el pasado con el acueducto romano de Lutecia. Tras la muerte del soberano, el proyecto fue retomado por María de Médici, que vio en él una forma de proporcionar agua al Jardín de Luxemburgo. Luis XIII colocó la primera piedra del acueducto en 1613. Diez años más tarde, el agua llegaba hasta la casa del fontanero, en la avenida del Observatorio, tras un recorrido de trece kilómetros a través de una galería de mampostería, subterránea en la mayor parte del trayecto. Además de al  Jardín de Luxemburgo, el acueducto abastecía de agua a catorce fuentes públicas.

Explotado por Eau de Paris, reducido a diez kilómetros y declarado monumento histórico, el acueducto de Médici sigue actualmente en servicio. Desde 2017, en el marco de la política de desarrollo sostenible llevada a cabo por el Senado, los jardines están conectados a la red de agua no potable, para evitar tener que utilizar agua potable para su mantenimiento.